Un tranvía llamado deseo (1951)



Un tranvía llamado deseo 
Film  Elia Kazan
Drama  Tennessee Williams

Fragmentos
Desaparece al subir la escalera. Arriba, se oye un portazo. Stanley ha entrado en su apartamento, cerrando la puerta en pos de él. Nota la carne que está sobre la mesa en la sala y la lleva al refrigerador. Blanche va hacia la puerta que separa las habitaciones y mira a Stanley.

Blanche (avanzando hasta el sofá): -Usted debe de ser Stanley. Yo, soy Blanche.

Stanley (quitándose la chamarra de los bolos): -¿La hermana de Stella?

Blanche: -Sí.

Stanley (avanza hacia ella. Blanche retrocede un poco): -Tanto gusto. ¿Dónde está Stella?

(Pasa junto a Blanche y entra en el dormitorio, dejando la chamarra en la alacena.)

Blanche: -En el baño.

Stanley: -Ah... (Vuelve a la sala.) No sabía que usted vendría a la ciudad. (Se acerca al armario.) ¿De dónde viene, Blanche?

Blanche: -Yo... Yo vivo en Laurel.

Stanley (trayendo la botella de licor y un vaso, los deja sobre la mesa): -Con que en Laurel... ¿eh? Ah, sí. En Laurel. Eso es. No está en mi zona. (Alza la botella para ver cuánto queda.) El licor desaparece pronto cuando hace calor. ¿Quiere un trago?

(Sirve.)

Blanche: -No... Yo... rara vez toco el licor.

Stanley (sonriéndole): -Algunos tocan rara vez el licor, pero el licor los toca a menudo a ellos.

(Bebe.)

Blanche (débilmente): -Ja, ja...

Stanley (dejando el vaso y la botella sobre la mesa, se acerca nuevamente a Blanche): -Tengo la camisa pegada al cuerpo. ¿Hay inconveniente en que me ponga cómodo?

(Se para junto a la cama y se quita la camisa.)

Blanche (acercándose a su bolsa, que está sobre la mesa en la sala): -Hágalo, por favor.

Stanley: -Estar cómodo. Tal es mi lema y el de mi pueblo.

Blanche: -El mío también. (Ha tomado la bolsa y hurga en ella.) Cuesta trabajo conservarse fresco cuando hace calor. No me he lavado ni empolvado, siquiera... y... (Mira la figura semidesnuda de Stanley.) ¡Ya está usted a sus anchas!

(Se lleva a la cara el pañuelo empapado en agua de colonia y le vuelve la espalda.)

Stanley (levanta una camiseta que está sobre la mesita de la radio, se la pone y se acerca a Blanche): -Como sabrá, uno se puede resfriar si se queda sentado con la ropa húmeda puesta, sobre todo después de un ejercicio violento como los bolos. Usted es maestra... ¿verdad?

Blanche (enfrentando a Stanley en el centro de la sala. Ambos están inmóviles): -Sí.

Stanley: -¿Qué enseña?

Blanche: -Inglés.

Stanley: -Yo nunca fui un buen alumno de inglés. ¿Cuánto tiempo piensa quedarse, Blanche?

Blanche: -No... no lo sé, todavía.

Stanley: -¿Se propone vivir aquí algún tiempo?

Blanche: -Lo haría si eso no les causara molestias a ustedes.

Stanley: -Me parece bien.

Blanche: -Viajar me cansa muchísimo.

Stanley: -Bueno, tómelo con calma.

(Un gato chilla a la derecha y Blanche salta involuntariamente hacia Stanley, que ríe.)

Blanche: -¿Qué ha sido eso?

Stanley: -¡Los gatos! (Sonríe. Entra en el dormitorio, imitando a un gato. Va hacia el cuarto de baño y grita.) ¡Eh, Stella!

Stella (desde el cuarto de baño): -¿Qué, Stanley?

Stanley: -¿Piensas quedarte ahí una eternidad? (En la sala, Blanche da un paso hacia la derecha, con indecisión. Stanley se acerca al armario y se vuelve hacia ella.) Temo parecerle tosco. Stella me ha hablado muchísimo de usted. (Entra en el armario y le dice desde allí.) Usted estuvo casada en otros tiempos... ¿verdad?

Blanche: -Sí, cuando era muy joven.

Stanley: -¿Qué pasó?

Blanche: -El... él murió. (Se oye el arrullo lejano de «La Varsoviana.» Blanche, mientras escucha la música, se acerca nerviosamente al sofá.) Creo que... estoy algo mareada.

(Se sienta en el sofá. La música se torna más insistente. La joven procura fingir que no la oye, mirando con aire temeroso a su alrededor, mientras las luces se atenúan. Cuando la música llega a un crescendo, Blanche se levanta repentinamente de un salto, tapándose los oídos.)
Las luces se apagan rápidamente y cae el telón. Cesa «La Varsoviana.»

………………………………………………………………..
(Blanche abre la puerta del cuarto de baño y luego vuelve a entrar en éste en busca de su vestido.)

Stella (afrontándolo): -¿Te quedarás aquí para insultarla?

Stanley: -Estás diciendo tonterías. Me quedaré aquí.

(Va hacia la derecha, se sienta sobre la mesa, saca otro cigarro, lo enciende. Saca otro más, se lo pone detrás de la oreja. Stella sale precipitadamente por la puerta de calle, se detiene en el porche y enciende un cigarro que ha tomado de su bolsa. Blanche abre la puerta del cuarto de baño y sale, en bata. Trae un vestido vaporoso y su bolsa. Va hacia la puerta que separa las habitaciones.)

Blanche (alegremente): -¡Hola, Stanley! ¡Aquí estoy recién bañada y perfumada y oliendo a ser humano flamante!

(Deja su bolsa sobre el sofá.)

Stanley: -Está bien.

Blanche (va a la derecha): -¡Excúseme, mientras me pongo mi bonito vestido nuevo!

(Deja caer el vestido sobre el sofá, va hacia las cortinas y pone la mano sobre el cordón.)

Stanley (sin advertir la insinuación): -Claro. Adelante, hágalo, Blanche.

(Comprendiendo lo que quiere la joven, se levanta y entra en el dormitorio. Blanche se queda recatadamente de pie junto al baúl para dejarlo pasar, y luego corre las cortinas que separan las habitaciones diciendo «Gracias». Ve que han revuelto su baúl.)

Blanche (quitándose la bata, que deja caer sobre el baúl y poniéndose el vestido): -¡Tengo entendido que habrá una partida de póquer a la cual las damas, cordialmente, no han sido invitadas!

Stanley (con tono siniestro, parado junto al tocador): -¡Así es!

Blanche: -¿Dónde está Stella?

(Inspecciona su ropa revuelta en el baúl.)

Stanley: -Afuera, en el porche.

Blanche (se pone el vestido. Después de una rápida mirada al porche): -Voy a pedirle un favor.

(Stella va hacia la escalera de caracol y se reclina contra el pasamanos.)

Stanley (se quita la chaqueta y la tira sobre la cama): -¿Qué será, digo yo?

Blanche: -¡Que me abotone el vestido! (Descorriendo las cortinas.) ¡Puede entrar!

(Va a la sala. Stanley se le acerca. Está furioso.)

Blanche (retrocede un poco y lo enfrenta): -¿Qué tal estoy?

Stanley: -Perfectamente.

Blanche: -¡Muchas gracias! ¡Ahora, los botones!

(Le vuelve la espalda.)

Stanley (acercándose por detrás, hace una torpe tentativa de abotonarla): -No puedo hacer nada con estos botones.

Blanche: -¡Oh, ustedes los hombres, con sus dedos grandes y torpes! (Lo mira.) ¿Me deja probar su cigarro?

Stanley (dándole el cigarro que tiene detrás de la oreja): -Tome... Aquí tiene éste para usted.

Blanche (tomándolo): -¡Oh, gracias! Se diría que mi baúl ha reventado.

Stanley (encendiéndole el cigarro): -Yo y Stella la ayudaremos a desempaquetar.

Blanche (acercándose al baúl, saca una piel): -Pues han hecho un trabajo rápido y concienzudo.

Stanley: -Parecería que usted hizo una incursión a varias de las tiendas más elegantes de París.

(Se acerca a Blanche.)

Blanche (arreglando el vestido en el baúl): -Sí... ¡Los vestidos son mi pasión!

Stanley: -¿Cuánto cuesta una sarta de pieles como ésta?

Blanche: -¡Pero si son un homenaje de un admirador mío!...

(Se pone la piel.)

Stanley: -Pues debe haberla admirado mucho.

Blanche (pavoneándose con la piel): -Cuando era muchacha, provoqué cierta admiración. Pero míreme ahora. (Le sonríe, radiante.) ¿Le parece posible que, en otros tiempos, me hayan considerado... atractiva?

Stanley: -Su aspecto es agradable.

Blanche (ríe, y reintegra la piel al baúl): -Me estaba buscando una galantería, Stanley.

Stanley: -A mí no me pescan con ésas.

Blanche: -Con ésas... ¿qué?

Stanley (mientras Blanche alisa los vestidos del baúl): -Con los cumplidos a las mujeres por su belleza. Nunca he conocido a una mujer que no supiera si era bonita o no sin que se lo dijesen, y algunas se creen más bonitas de lo que son. En cierta ocasión, salí con una que me dijo: «Tengo el tipo de la mujer fascinante.» (Imita a la muchacha, poniendo la mano con aire remilgado sobre su nuca.) «¡Tengo el tipo de la mujer fascinante!» Yo le contesté: «¿Y qué?»

Blanche (yendo hacia la mesa para tomar su joyero): -¿Y qué dijo ella?

Stanley: -Nada. Eso la obligó a encerrarse en sí misma como una almeja.

Blanche (yendo hacia el baúl con el joyero): -¿Eso le puso término al romance?

Stanley: -Le puso término a la conversación... Eso fue todo. (Blanche ríe y guarda el joyero en el baúl.) Hay hombres a quienes se les puede embaucar con esa fábula de la fascinación a lo Hollywood y otros a quienes no.

Blanche (junto al baúl. De frente a Stanley): -Estoy segura de que usted pertenece a la segunda categoría.

Stanley: -Así es.

Blanche: -No puedo imaginarme a ninguna mujer, por más bruja que sea, hechizándolo.

Stanley: -Así... es.

Blanche: -Usted es sencillo, franco y honrado. Un poco primitivo, diría yo. Para interesarlo, una mujer tendría que...

(Se interrumpe, con gesto vago. Va hacia el primer término.)

Stanley (siguiéndola): -Tendría que jugar a cartas vistas.

Blanche: -Pues a mí nunca me ha gustado la gente ambigua. Por eso, cuando usted entró aquí anoche, me dije: «¡Mi hermana se ha casado con un hombre!» Naturalmente, eso fue todo lo que se me ocurrió pensar de usted en ese momento.

(Le da una palmada en el hombro.)

Stanley (alzando la voz): -¡Bueno! ¿Qué le parece si terminamos esta comedia?

Blanche (con fingido susto, tapándose las orejas, da un paso hacia la izquierda): -¡Ooooh!

(Stella, al oír el alboroto, entra precipitadamente en la habitación.)

Stella: -¡Stanley! ¡Sal y deja que Blanche termine de vestirse!

Blanche: -Ya he terminado de vestirme, tesoro.

Stella (jalando del brazo derecho a Stanley): -Bueno. Entonces, ven conmigo.

Stanley (implacable, zafándose de ella): -Tu hermana y yo estamos charlando.

(Sigue mirando a Blanche.)

Blanche: -Bueno, un momento solamente... (Se acerca a Stella y le dice con vivacidad, mientras Stanley se aparta un poco.) Querida, hazme un favor. ¡Corre a la farmacia y tráeme un refresco de limón con mucho hielo picado! ¿Harás eso por mí, querida? Por favor... por favor...

(Lleva a Stella al porche.)

Stella (reacia): -Bueno.

(Sale por la derecha, Blanche cierra la puerta de la calle y se vuelve hacia Stanley. Stanley apaga el cigarro sobre la repisa del teléfono.)

Blanche (aplasta su cigarro sobre el cenicero de la mesa): -La pobrecita estaba ahí afuera escuchándonos y sospecho que no lo comprende a usted tan bien como yo... Perfectamente, señor Kowalski. Adelante, sin más digresiones. Estoy dispuesta a responder a todas sus preguntas. Nada tengo que ocultar. ¿De qué se trata?

(Se echa perfume con el vaporizador que toma de la mesa.)

Stanley (acercándose más a ella, pacientemente): -En el estado de Louisiana existe algo que se llama el Código Napoleón, de acuerdo con el cual todo lo que le pertenece a la esposa le pertenece al marido y viceversa.

Blanche: -¡Caramba! ¡Su aire impresiona, señor Kowalski! ¡Parece usted un juez!

(Lo rocía con el vaporizador y ríe.)

Stanley (aferrándola de la muñeca derecha): -Si no supiera que usted es la hermana de mi mujer, pensaría ciertas cosas de usted.

(La suelta.)

Blanche: -¿Por ejemplo?

Stanley (apartándole la mano): -No se haga la tonta. ¡Usted sabe qué quiero decir!

Blanche (dejando el vaporizador sobre la mesa): -Bueno, pongamos las cartas sobre la mesa. Eso me conviene. (Se vuelve hacia Stanley.) Sé que soy bastante embustera. Después de todo, la seducción en una mujer se compone en un cincuenta por ciento de ilusión. Pero cuando se trata de algo importante digo la verdad y la verdad es ésta: yo no he estafado a mi hermana ni a usted ni a nadie en mi vida.

Stanley: -¿Dónde están los documentos? ¿En el baúl?

Blanche: -Todo lo que tengo en el mundo está en ese baúl. (Stanley va hacia el baúl y comienza a hurgar en la gaveta de arriba.) ¿En que está pensando, por amor de Dios? ¿Qué hay en el fondo de su cerebro infantil? ¡Permítame que lo haga yo, será más rápido y más sencillo! (Se acerca al baúl, apartando a Stanley. Cierra la gaveta de arriba, abre la segunda, toma dos sobres de papel Manila que pone sobre la tapa y luego extrae una caja de latón de las usadas para guardar escrituras.) Generalmente tengo mis documentos en esta caja de latón.

Stanley (escudriñando la gaveta por sobre su hombro): -¿Qué hay ahí debajo?

Blanche: -Cartas de amor. (Al foro, se oye «La Varsoviana.») Amarillas de vejez, y todas del mismo. (Stanley toma las cartas y va a la derecha. Blanche, con un grito, repone la caja de latón en su gaveta.) ¡Devuélvamelas!

(Lo sigue. Stanley les arranca las cintas a las cartas y mantiene a raya a Blanche cuando la joven se le acerca por la izquierda y luego por detrás, en vanas tentativas de recobrar las cartas.)

Stanley: -Primero, les echaré una miradita.

Blanche (jalando del brazo de Stanley): -¡El contacto de su mano es un insulto para esas cartas!

Stanley (mirándolas): -¡Déjese de farsas!

Blanche (forcejeando para arrebatárselas): -¡Ahora que las ha tocado, las quemaré!

(Las cartas caen al suelo. Blanche corre al centro, se hinca de rodillas, las recoge y las ata con la cinta.)

Stanley: -¿Qué son?

Blanche (de rodillas): -Poemas. Los escribió un joven que ha muerto. ¡Lo herí como querría herirme usted a mí, pero no puede hacerlo! Ya no soy joven y vulnerable. Pero mi joven marido lo era, y yo... Bueno, qué más da. ¡Devuélvamelas!

Stanley: -¿Qué quiere decir con eso de que tendrá que quemarlas?

Blanche (atando las cartas): -Perdón. Debo de haber perdido la cabeza por un momento. Todos tenemos algo que no queremos ver en manos de los demás, a causa de su... carácter íntimo. (Parece desfallecer de agotamiento cuando guarda las cartas en su bolsa, la cierra y la cuelga de su brazo derecho. Vuelve al baúl y trae dos grandes sobres con documentos legales. Stanley se le acerca. La música de «La Varsoviana» se extingue. Blanche le tiende a Stanley uno de los sobres.) Ambler y Ambler.

Stanley: -¿Qué es eso de Ambler y Ambler?

Blanche (mirando la caja de latón): -Una firma comercial que nos hizo préstamos sobre el valor de la propiedad.

(Pone la caja de latón encima del sobre.)

Stanley: -¿De modo que la finca se perdió a causa de una hipoteca?

Blanche: -Debió de ser eso lo que ocurrió.

Stanley: -¡No quiero ningún si...,y..., o pero! ¿Dónde están los demás documentos?

(Se acerca a la mesa, le arrima la silla, se sienta de espaldas al público y examina los papeles.)

Blanche (examinando el último sobre con documentos del baúl): -Hay miles de documentos vinculados con Belle Rêve y que surgieron a lo largo de siglos, a medida que nuestros imprevisores abuelos y padres y tíos y hermanos permutaban parcela tras parcela la tierra por sus épicas fornicaciones... para decirlo sin ambages. Esa palabra nos despojó de nuestra plantación, hasta que finalmente sólo quedaron, y Stella puede comprobarlo (se acerca a Stanley con los papeles), la casa sola y unos veinte acres de tierra, inclusive un cementerio al cual ahora se han retirado todos, menos Stella y yo. (Sacando los documentos del sobre y poniéndolos en manos de Stanley, sobre la mesa. Esgrime el sobre vacío.) ¡Ahí están todos los documentos! ¡Se los regalo! ¡Lléveselos, estúdielos!... ¡Apréndaselos de memoria, si quiere! Me parece espléndidamente natural que Belle Rêve se haya reducido por fin a ese manojo de papeles en sus grandes y competentes manos. (Arroja el sobre vacío sobre la mesa. Se oye música de jazz.) ¿Habrá vuelto Stella con mi refresco de limón?

(Se adelanta hacia la puerta de la calle.)

Stanley (recogiendo los papeles): -Tengo un amigo abogado que los estudiará a fondo.

Blanche (cierra la gaveta del baúl. Entra en el dormitorio para llevarse su sombrero y sus guantes que están sobre la cama. Se queda parada junto a la silla del tocador, poniéndose un guante): -Regáleselos junto con un tubo de aspirinas.

Stanley (sentado aún, algo avergonzado): -Como comprenderá, de acuerdo con el Código Napoleón... un hombre tiene que interesarse por los asuntos de su mujer... sobre todo ahora, que Stella va a tener un hijo.

Blanche (impresionada): -¿Stella? ¿Stella va a tener un hijo?
(Se sienta y dice, débilmente:) Yo no lo sabía.


A Streetcar Named Desire / Elia Kazan

Año 1951
Duración: 122 min
País: Estados Unidos
Director: Elia Kazan
Guión: Tennessee Williams (Teatro: Tennessee Williams)
Música: Alex North
Fotografía: Harry Stradling (B&W)
Reparto: Vivien Leigh, Marlon Brando, Kim Hunter, Karl Malden, Rudy Bond, Nick Dennis, Peg Hillias, Richard Garrick, Ann Dere
Productora: Warner Bros. Pictures
Premios: 4 Oscar: mejor actriz (Vivien Leigh), actor secundario (Karl Malden), actriz secundaria (Kim Hunter), dirección artística.
Sinopsis: Blanche, que pertenece a una rancia familia sureña arruinada, es una mujer madura y decadente que vive anclada en el pasado. Diversas circunstancias la obligan a ir a vivir a Nueva Orleáns con su hermana Stella y su cuñado Stanley, un hombre rudo y violento. Su actitud remilgada y arrogante esconde un escabroso pasado que la ha conducido al desequilibrio mental. Su inestable conducta provoca conflictos que alteran la vida de la joven pareja. (Filmaffinity)

Crítica: Filmaffinity
Descargar película: Videotheka
Online: Divxonline




1 comentario:

batalla de papel dijo...

Una de las películas más conmovedoras que he visto. La brecha entre: el deseo, la fantasía y el amor; todo envuelto en abismos de los problemas de género.
Gracias por compartir.
Un abrazo,
María