Hiroshima, mon amour (1959)







Film Alain Renais
Guión y diálogos Marguerite Duras

Sinopsis 
Estamos en verano de 1957, en agosto, en Hiroshima.
Una mujer francesa, de unos treinta años, se encuentra en esta ciudad. Ha venido a trabajar en una película sobre la Paz.
La historia empieza la víspera del regreso a Francia de esta francesa. La película en que trabaja ya está terminada. Sólo falta por rodar una secuencia.
La víspera de su regreso a Francia, esta francesa, a la que no se dará nunca nombre en esta película — esta mujer anónima — conocerá a un japonés (ingeniero o arquitecto) y vivirán juntos una brevísima historia de amor.
En la película no se pondrán en claro las condiciones de su encuentro. Pues no es ésa la cuestión. Uno puede conocerse en todas partes, en el mundo. Lo que importa es lo que se sigue de estos cotidianos encuentros.
A esta pareja fortuita no se la ve al principio de la película. Ni a ella. Ni a él. Se ven en su lugar cuerpos mutilados — a la altura de la cabeza y de las caderas — agitándose — presas, ya del amor, ya de la agonía — y recubiertos sucesivamente de las cenizas, de los rocíos, de la muerte atómica — y de los sudores del amor consumado.
Sólo poco a poco saldrán de estos cuerpos informes, anónimos, los cuerpos de ellos.
Están acostados en una habitación de hotel. Están desnudos. Cuerpos tersos. Intactos.
¿ De qué están hablando ? Precisamente de HIROSHIMA.
Ella le dice que lo ha visto todo, en HIROSHIMA. Se ve lo que ella ha visto. Es horrible. Mientras la voz de él, negando, tachará a las imágenes de embusteras y repetirá, impersonal, insoportable, que ella no ha visto nada en HIROSHIMA.
Su primera conversación será pues alegórica. Será, en resumen, una conversación de ópera. Imposible hablar de HIROSHIMA. Lo único que se puede hacer es hablar de la imposibilidad de hablar de HIROSHIMA. Ya que el conocimiento de Hiroshima se plantea a priori como un ejemplar señuelo de la mente.
Este comienzo, este desfile oficial de los horrores ya celebrados de HIROSHIMA, evocado en una cama de hotel, esta evocación sacrilega, es voluntaria. Se puede hablar de HIROSHIMA en todas partes, incluso en una cama de hotel, en el curso de amores fortuitos, de amores adúlteros. Los dos cuerpos de los protagonistas, realmente apasionados, nos lo recordarán. Lo que verdaderamente es sacrilego, si es que hay sacrilegio, es HIROSHIMA misma. No vale la pena ser hipócrita y sacar de quicio la cuestión.
Por poco que se le haya mostrado del Monumento Hiroshima, esos miserables vestigios de un Monumento de Vacío, el espectador debería salir de esta evocación limpio de muchos prejuicios y dispuesto a aceptarlo todo en lo que va a decírsele de nuestros dos protagonistas.
Helos aquí, precisamente, vueltos a su propia historia.
Historia vulgar, historia que pasa todos los días, miles de veces. El japonés está casado, tiene hijos. La francesa también lo está y tiene también dos hijos. Viven una aventura de una noche.
¿Pero dónde? En HIROSHIMA.
Este abrazo, tan vulgar, tan cotidiano, tiene lugar en la ciudad en que es más difícil imaginarlo de todo el mundo: HIROSHIMA. Nada resulta "dado" en  HIROSHIMA. Un halo particular  aureola  allí cada gesto, cada palabra, con un sentido suplementario a su sentido literal. Este es uno de los princi-pales designios de la película, acabar con la descripción del horror por el horror, pues esto lo hicieron los japoneses mismos, pero hacer renacer este horror de estas cenizas inscribiéndolo en un amor que será forzosamente particular y "deslumbrante". Y en el que se creerá más que si se hubiera producido en cualquier otra parte del mundo, en un lugar que la muerte no ha conservado.
Entre dos seres lo más alejados geográficamente, filosóficamente,  económicamente,   racialmente,   etc.,que puede estarse, HIROSHIMA será el terreno común (¿el único en el mundo quizás?) en que los datos universales del erotismo, del amor y de la desdicha, aparecerán bajo una luz implacable. En cualquier otra parte que no sea HIROSHIMA, el artificio se impone. En HIROSHIMA, no puede existir, so pena, además, de ser negado.
Al ir a quedarse dormidos, volverán a seguir hablando de HIROSHIMA. De otra manera. En el deseo y tal vez, sin saberlo, en el amor naciente.
Sus conversaciones versarán a la vez sobre sí mismos y sobre HIROSHIMA. Y sus frases se entrecruzarán, de tal forma mezcladas, desde entonces, después de la ópera de HIROSHIMA, que no será posible discernirlas unas de otras.
Lo cierto es que su historia personal, por breve que sea, llegará a tener más importancia que HIROSHIMA.
Si no se cumpliera esta condición, la película, como tantas otras, no pasaría de ser una película de encargo más, sin interés alguno a excepción del de un documental novelado. Si se cumple esta condición, se conseguirá una especie de falso documental que resultará mucho más probatorio de la lección de HIROSHIMA que un documental de encargo.
Se despertarán. Y volverán a hablar, mientras ella se viste. De todo un poco, y también de HIROSHIMA. ¿Por qué no? Es muy natural. Estamos en HIROSHIMA.
Y ella aparece de pronto, completamente vestida de enfermera de la Cruz Roja.
(Con este traje, que es en resumidas cuentas el uniforme de la virtud oficial, él la deseará de nuevo.
Querrá volver a verla. El es como todo el mundo, como todos los hombres, exactamente, y hay en este disfraz un factor erótico común a todos los hombres. (Eterna enfermera de una guerra eterna...)
¿Por qué, si ella también le desea, no quiere volver a verle? No da ninguna razón clara.
Al despertarse, hablarán también del pasado de ella.
¿Qué ocurrió en NEVERS, en su ciudad natal, en aquella Niévre en que se crió? ¿Qué ha ocurrido en su vida para que sea así, tan libre y acosada a la vez, tan honrada y tan poco honrada a la vez, tan equívoca y tan clara? ¿Tan deseosa de vivir amores fortuitos? ¿Tan cobarde ante el amor?
Un día, le dice ella, un día, en NEVERS, estuvo loca. Loca de maldad. Lo dice como diría que, una vez, en NEVERS, tuvo una iluminación decisiva. De la misma manera.
De si aquel "incidente" de NEVERS explica su conducta actual en HIROSHIMA, de eso no dice nada. Cuenta el incidente de NEVERS como una cosa más. Sin mencionar su causa.
Se va. Ha decidido no volver a verle más.
Pero volverán a verse.
Las cuatro de la tarde. Plaza de La Paz en HIROSHIMA (o delante del Hospital).
Unos cameramen se alejan (en la película no se les ve nunca más que alejándose con su material). Se desmontan unas tribunas. Se descuelgan las banderolas.
La francesa duerme a la sombra (tal vez) de una tribuna que están desmontando.
Acaba de rodarse una película edificante sobre la Paz. No una película ridicula, en absoluto, pero una película MAS, eso es todo.
Entre la multitud que pasa y repasa junto al decorado de la película que acaba de terminarse, cruza un japonés. Es el hombre que hemos visto por la mañana en la habitación. Ve a la francesa, se detiene, va hacia ella, la contempla dormir. Su mirada la despierta. Se miran. Se desean enormemente. No es una casualidad que él esté allí. Ha venido para verla otra vez.
El desfile tendrá lugar casi inmediatamente después de su encuentro. Es la última secuencia de la película que está rodándose. Desfiles de niños, desfiles de estudiantes. Perros. Gatos. Mirones. Todo HIROSHIMA estará presente, como lo está siempre que se trata de servir a la Paz en el mundo. Desfile barroco ya.
El calor será muy grande. El cielo será amenazador. Esperarán a que pase el desfile. Durante éste es cuando él le dirá que cree que la quiere.
La llevará a su casa. Hablarán muy brevemente de sus respectivas existencias.
Son personas felices en el matrimonio y que no buscan juntos ninguna compensación a una infelicidad conyugal.
En casa de él, y durante el amor, ella empezará a hablarle de Nevers.
Huirá también de casa de él.  Irán  a un café,
Junto al río, para "matar el tiempo hasta su marcha". De  noche ya.
Permanecerán allí unas cuantas horas más. Su amor irá aumentando en razón inversa del tiempo que les separa de la salida del avión a la mañana siguíente.
En ese café le dirá ella por qué estuvo loca en NEVERS.
En NEVERS, en 1944, a los veinte años, le cortaron el pelo al rape. Su primer amante fue un alemán. Muerto a la Liberación.
Permaneció en un sótano, rapada, en NEVERS. SOLO CUANDO LO DE HIROSHIMA sucedió estuvo lo bastante decente como para salir de aquel sótano y mezclarse con la multitud regocijada de las calles.
¿Por qué haber elegido esta desgracia personal? Sin duda porque es también, a su vez, algo absoluto. Cortarle el pelo al rape a una chica porque ha querido con amor a un enemigo oficial de su país es algo absoluto no sólo de horror sino también de estupidez.
Se verá NEVERS, como se la ha visto ya en la habitación. Y volverán a hablar de ellos. Imbricación, una vez más, de NEVERS, y del amor, de HIIROSHIMA y del amor. Todo se mezclará sin principio preconcebido y del mismo modo que se mezcla cada día, en todas partes, donde quiera que se encuentren las charlatanas parejas del primer amor.
Ella se marchará de allí también. Otra vez huirá de él.
Tratará de regresar al hotel, de tranquilizar su ánimo, no lo conseguirá, saldrá otra vez del hotel y volverá al café que, entonces, estará cerrado. Y allí permanecerá. Se acordará de NEVERS (monólogo interior), y por consiguiente del amor mismo.
El hombre la ha seguido. Ella se da cuenta. Le mira. Se miran, con el amor más grande. Amor sin objeto, degollado como el de NEVERS. Y por consiguiente perpetuo. (Salvaguardado por el olvido mismo.)
No se reunirá con él.
Caminará lentamente por la ciudad. Y él la seguirá como seguiría a una desconocida. En un momento dado, la abordará y le pedirá que se quede en HIROSHIMA, como en un aparte. Ella dirá que no. Negativa de todo el mundo. Cobardía común .
La partida ha terminado, realmente, para ellos.
El no insistirá.
Ella se encaminará a la estación. El se reunirá con ella. Se mirarán como sombras.
Ni una palabra más que decirse a partir de ese momento. La inminencia de la marcha los inmoviliza en un silencio íúnebre.
Se trata efectivamente de amor. Ya sólo pueden callar. Una última escena tendrá lugar en un café. Allí le encontraremos en compañía de otro japonés.
Y en una mesa encontraremos al que ella quiere, completamente inmóvil, sin más reacción que la de una desesperación libremente consentida, pero que es físicamente más fuerte que él. Es ya como si ella lucia "de otros". Y a él no le queda sino comprenderlo.
Con la aurora, ella volverá a su habitación. El llamará a la puerta unos minutos después. No habrá podido evitarlo. "No he podido dejar de venir", se excusará.
Y en la habitación no sucederá nada. Uno y otro estarán reducidos a una terrorífica impotencia mutua. La habitación, "el orden del mundo", permanecerá, en torno de ellos que ya nunca lo trastocarán.
Nada de confesiones intercambiadas. Ni un gesto más.
Sencillamente, se llamarán otra vez. ¿Qué? NEVERS, HIROSHIMA. Todavía no son nadie, en efecto, a sus respectivos ojos. Tienen nombres de lugar, nombres que no son tales nombres. Es como si el desastre de una mujer rapada en NEVERS y el desastre de HIROSHIMA se respondieran EXACTAMENTE.
 Ella le dirá: "Hiroshima, ése es tu nombre".

Duras, Marguerite, Hiroshima, mon amour


Hiroshima, mon amour / Alain Resnais



Año 1959
Duración 88 min
País Francia
Director Alain Resnais
Guión Marguerite Duras
Música Georges Delerue & Giovanni Fusco
Fotografía Sacha Vierny & Takahashi Michio (B&W)
Reparto Emmanuelle Riva, Eiji Okada, Bernard Fresson, Stella Dassas, Pierre Barbaud
Productora Coproducción Francia-Japón
Sinopsis: Una joven actriz francesa vive su última noche en Hiroshima acompañada, en su habitación de hotel, por su amante japonés. Lo que podría ser una simple aventura es un momento de gran intensidad emocional y que le hace revivir un amor imposible que sucedió en Nevers (Francia) años atrás. La fugaz relación amorosa se convierte en un proceso introspectivo por el cual la mujer revela sus sentimientos íntimos y hace partícipe a su compañero de su reconstrucción del pasado, hasta ese instante oculto. Filmaffinity

Crítica Filmaffinity










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